PREVIA DE LA PROMESA – Curro desenmascara a Lorenzo y lo envía a prisión por un detalle

Nel prossimo capitolo della serie La Promessa

En el próximo episodio de La Promesa, las tensiones llegarán a su punto máximo cuando Curro, tras reunir pruebas contundentes contra Lorenzo, decida dar el paso definitivo. Después de días de dudas, sospechas y secretos compartidos en rincones oscuros, el joven interrumpirá una cena solemne en el palacio para desenmascarar públicamente al conde de Ayala, obligándolo a enfrentarse a la peor de las humillaciones. El ambiente, preparado para celebrar la milagrosa recuperación de la pequeña Raffaela, se transformará en un escenario de revelaciones que cambiarán para siempre la dinámica de la familia y la servidumbre.

La jornada comenzará en un aparente clima de calma, cuando Cristóbal, con su presencia imponente, recorra los pasillos del palacio. Con las manos cruzadas a la espalda y un gesto severo, impondrá un silencio cargado de tensión antes incluso de pronunciar palabra. Convocará a todos los sirvientes en el vestíbulo principal y, con voz grave, anunciará la organización de la cena. No será un simple encuentro familiar, sino una celebración solemne en honor a la niña que estuvo al borde de la muerte. Cristóbal dejará claro que la perfección es la única opción: copas alineadas al milímetro, cubertería impecable, vinos decantados con horas de antelación y absoluta puntualidad en cada ensayo.

La Promesa: Curro entrega las pruebas al coronel Fuentes

Los sirvientes recibirán estas órdenes como si fueran un juicio. Simona apretará entre las manos el paño de cocina, Petra rodará los ojos discretamente y López tragará saliva con dificultad. Pero el mayordomo no se detendrá ahí. Se dirigirá con frialdad a López para comunicarle que, tras la cena, será relegado a los lacayos. Aunque lo presente como un ascenso, el joven lo vivirá como un destierro de aquello que más ama: la cocina. Humillado, aceptará la orden con un murmullo resignado, y solo Simona le ofrecerá un gesto de apoyo, posando su mano en su brazo en señal de solidaridad.

Desde ese momento, el palacio adquirirá la rigidez de un cuartel. Cristóbal dividirá a la servidumbre en parejas, imponiendo un aprendizaje casi militar sobre los tiempos, las posiciones y la secuencia de platos. Cada error se castigará con miradas gélidas y órdenes tajantes. Santos llegará con tres minutos de retraso y será enviado a las caballerizas sin posibilidad de servir en la cena. Petra cometerá un leve tropiezo y será reprendida como si hubiese puesto en riesgo el honor de la familia. Nadie se sentirá libre, ni siquiera Ángela, a quien Cristóbal apartará con brusquedad recordándole que las señoritas no deben inmiscuirse en tareas del personal.

Mientras tanto, en la cocina y la despensa, se respirará frustración y rabia contenida. López, cabizbajo, reorganizará ingredientes intentando sofocar el dolor de perder su lugar. Candela lo animará suavemente, recordándole que su talento vale más que una orden injusta, pero el joven se sentirá desgarrado. Simona, por su parte, deberá acatar la orden de preparar platos refinados que sorprendan a paladares aristocráticos, aunque ella prefiera la cocina hecha con el corazón y no con la precisión de un compás.

En medio de esta disciplina sofocante, Curro se moverá con sigilo por los pasillos. Guardará entre sus ropas documentos que podrían cambiar el rumbo de todos, pruebas de los negocios ilícitos de Lorenzo. Con López como confidente, le revelará que cuenta con cartas, contratos falsificados y firmas que prueban el fraude y la corrupción del conde. Incluso confesará que Ángela fue quien lo ayudó a distraer a Lorenzo para conseguir esas evidencias. López, entre sorprendido y temeroso, aceptará apoyarlo en la peligrosa misión. Sin embargo, cuando Cristóbal los sorprenda conspirando en un rincón, castigará a Curro con dureza: quedará excluido del servicio en la cena y relegado a las caballerizas.

El joven, indignado, suplicará estar presente en la celebración, sobre todo porque quiere ver a la niña Raffaela festejar su recuperación, pero Cristóbal se mostrará implacable. Solo la lealtad de López lo mantendrá en pie. Él le ofrecerá hacerse cargo de los documentos y ser quien los lea en público si Curro no logra entrar al salón. La alianza entre ambos será la chispa que prepare el inminente enfrentamiento.

Mientras los sirvientes arriesgan todo por la verdad, en otra parte del palacio se urde una conspiración diferente. Leocadia y Lorenzo planearán en secreto un ataque que, bajo apariencia de accidente, pretende destruir la estabilidad de Catalina y asegurarles poder. Con mapas, invitaciones falsificadas y aliados ocultos, diseñarán una jugada macabra cuyo fin es manipular las emociones y quebrar voluntades. La noche, pues, se convertirá en un tablero donde se enfrentan dos planes: la búsqueda desesperada de justicia de los sirvientes y la ambición calculadora de los poderosos.

Llegará, finalmente, la velada. El gran salón se vestirá de gala: candelabros encendidos, manteles de lino impecable y un aire solemne que encubre la tensión latente. Catalina y Alonso entrarán con la pequeña Raffaela en brazos, provocando un aplauso emotivo. Cristóbal abrirá la ceremonia con un discurso solemne, mientras la servidumbre ejecuta cada movimiento con precisión milimétrica. En ese instante, López marcará discretamente una señal y Curro, desobedeciendo la prohibición, irrumpirá en la sala.

El silencio caerá de golpe. Todos los ojos se volverán hacia él. Con voz firme, el muchacho anunciará que no puede callar más y desplegará los documentos que lleva consigo. Señalará a Lorenzo como culpable de fraudes, desvío de fondos y negocios oscuros con nobles corruptos. Catalina, horrorizada, apretará a la niña contra su pecho, mientras Alonso palidece de ira contenida. El murmullo se extenderá entre los invitados, y las pruebas que Curro exhibirá —cartas, firmas y sellos oficiales— serán imposibles de negar.

La Promesa: Curro se derrumba ante María Fernández

Lorenzo, desesperado, intentará defenderse alegando que todo es falso, pero la entrada del sargento Burdina junto con sus hombres pondrá fin a sus protestas. En nombre de la justicia, lo arrestarán por fraude, corrupción y su implicación indirecta en la tragedia que acabó con la vida de una joven. Atado por la mirada pública, Lorenzo será arrastrado fuera del salón, vociferando su inocencia mientras su reputación se desmorona.

El salón quedará enmudecido. Alonso ordenará que la justicia siga su curso, mientras Manuel, desde un rincón, no podrá evitar un comentario ácido contra el caído conde. López, conmovido, se acercará a Curro para felicitarlo en voz baja: lo ha logrado. Pero ambos sabrán que lo sucedido es apenas el comienzo de una guerra mayor.

Porque entre las sombras, un intercambio furtivo entre nobles demostrará que Lorenzo no actuaba solo. La red de complicidades es más amplia y peligrosa de lo que nadie imagina. Una carta rota, un nombre susurrado, una alianza oculta: todo sugiere que la batalla apenas empieza.

La noche, que debía ser un homenaje a la vida y la esperanza, se convertirá en un juicio público que desnuda la corrupción y los secretos del palacio. Ahora la gran incógnita será: ¿quién más caerá cuando se destapen las próximas verdades? La certeza es que, tras este episodio, nada volverá a ser igual en La Promesa.

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