LA VERDAD SALE A LA LUZ: TRES MUJERES, UNA ASESINA || CRÓNICAS de La Promesa Series

Pregunta de siempre, ¿quién ha matado a Hann?

La eterna duda que ha acompañado a los seguidores de La Promesa finalmente encuentra respuesta, aunque no sin un reguero de dolor, traiciones y secretos que han permanecido enterrados durante décadas. La figura de Leocadia de Figueroa emerge como la pieza clave de una oscura cadena de crímenes que marcaron el destino del palacio de los Luján y de todos sus habitantes. Lo que comenzó como una historia de venganza y ambición terminó convirtiéndose en una tragedia que arrastró vidas inocentes, incluida la de Hann Expósito, la joven que conquistó corazones dentro y fuera de la pantalla.

Todo empezó con un vínculo inesperado. Leocadia, que había llegado a palacio con la misión de destruir a Cruz, terminó encontrando en Hann algo más que una herramienta para sus planes. La quería, y esa confesión fue sincera. Nunca pensó en matarla desde el principio; su intención era usarla para agitar el mundo de Cruz, provocar en ella celos, inseguridad y, en última instancia, la caída. Pero Hann era distinta, llena de nobleza y dulzura, capaz incluso de ganarse el afecto de la propia Cruz, algo que nadie hubiese imaginado. Sin embargo, cuando Hann decidió que había llegado la hora de acudir a la Guardia Civil y desvelar la verdad junto a Manuel, Leocadia entendió que su secreto estaba en peligro. La imploró: “No vayas, confía en mí”. Y lo hizo con tal insistencia porque ya sabía que, si Hann cruzaba esa línea, tendría que matarla. Y así fue. Lo que empezó como una relación de conveniencia terminó con el crimen más atroz: arrebatarle la vida a la joven que había conquistado a Manuel y que esperaba un hijo suyo.

La historia de La Promesa nació marcada por la violencia. En sus cimientos está el asesinato de Dolores, la doncella y madre biológica de Hann y Curro. Durante mucho tiempo no se supo nada más que las consecuencias: dos niños huérfanos, un crimen envuelto en silencio y un misterio que se alargó más de 670 capítulos. Hasta ahora. Hoy ya no hay espacio para dudas: la asesina fue Leocadia de Figueroa. Y lo impactante es que ese crimen no fue el primero en su historial. Años antes, ya había segado la vida de doña Carmen, la primera esposa del marqués Alonso y madre de Catalina y Tomás. Una mujer que nunca debió morir, pero que se interpuso en las ambiciones de otras.

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El rastro de sangre de Leocadia, por tanto, se compone de tres crímenes: Carmen, Dolores y, finalmente, Hann. Tres muertes que han dejado cicatrices imborrables. Pero lo que hace todavía más escalofriante esta revelación es que no actuó sola ni siempre por voluntad propia. Su primera víctima, doña Carmen, cayó porque Cruz Izquierdo, amiga de juventud de Leocadia, así lo pidió. Ambas habían compartido secretos en Cuba, pero Cruz deseaba convertirse en marquesa y la única piedra en su camino era la legítima esposa de Alonso. Fue Leocadia, fría y calculadora, quien cumplió el encargo. Lo hizo con la esperanza de recibir a cambio un título, un matrimonio ventajoso o al menos una posición asegurada. Pero Cruz, una vez más, la abandonó a su suerte.

El segundo crimen se gestó entre celos y traiciones. Tras la muerte de Carmen, Alonso encontró consuelo en Dolores, su doncella. Ella fue su verdadera confidente, el amor callado que lo sostuvo en la adversidad. Cuando Dolores quedó embarazada, Cruz ardió de celos. El marqués la instaló en una casita en el bosque junto a sus hijos, Mariana (Hann) y Marcos (Curro). Pero Cruz no toleró aquella situación. Entonces volvió a recurrir a Leocadia, quien, movida por sus ansias de poder, organizó con ayuda del barón de Linaja —el mismísimo Juan Izquierdo, padre de Cruz y amante de Leocadia— una sangrienta batida. Aquel episodio quedó grabado en el primer capítulo de la serie: hombres encapuchados, disparos, perros de caza. El saldo fue devastador: Dolores muerta, Marcos secuestrado y entregado a Eugenia, la hermana de Cruz, y Hann lanzándose al vacío para sobrevivir. Desde ese instante nació su juramento de venganza.

Lo irónico es que, después de haber hecho tanto “por Cruz”, Leocadia no obtuvo nada. Al contrario, Cruz intentó mandarla matar. Ordenó a Rómulo que se deshiciera de ella, pero él no lo hizo. Leocadia le suplicó clemencia y confesó que estaba embarazada. Rómulo le perdonó la vida con la condición de que desapareciera para siempre. Y así lo hizo… hasta que veinte años después reapareció en palacio, dispuesta a ajustar cuentas. Su entrada fue demoledora: miró a Cruz a los ojos y le dijo sin titubeos, “He vuelto para vengarme”. A partir de ahí, el juego cambió: Cruz terminó en la cárcel, Alonso quedó ciego y los cimientos de la Promesa empezaron a tambalearse. Las grietas se abrieron y la verdad, poco a poco, salió a la luz.

Y en medio de esa verdad, el crimen de Hann dolió más que ninguno. A ella sí la conocimos. No era un recuerdo del pasado como Carmen o Dolores. Hann fue protagonista, la vimos crecer, enamorarse de Manuel, soñar con un futuro y con un hijo en camino. Su asesinato fue un golpe brutal, porque los espectadores también la querían. Nos arrebató a todos esa chispa de esperanza que representaba. Y es que, si bien la serie siempre estuvo marcada por la tragedia, nadie esperaba que justo en el momento más dulce de Hann llegara la puñalada final.

Una carta para Manuel en 'La Promesa', avance del capítulo 614 (miércoles,  11 de junio)

Hoy, después de más de dos años y medio de incertidumbre, se confirma todo: tres crímenes, una misma asesina. Leocadia de Figueroa ya no puede esconderse detrás de la máscara de madre coraje. Pero el desenlace no se limita a señalarla; abre una pregunta más inquietante: ¿pagará realmente por todo lo que ha hecho? Porque en esta historia nunca nada ha sido simple. Curro comienza a atar cabos, Ángela sospecha y la justicia parece cada vez más inevitable. El tiempo de Leocadia se acaba, y su caída promete arrastrar a muchos.

Con esta verdad revelada, la Promesa ya no es el mismo palacio que conocimos. Sus muros, testigos de amores prohibidos, venganzas y secretos, ahora guardan la confesión más oscura. Lo que empezó con un crimen silenciado terminó desvelando un círculo de maldad que abarcó generaciones. Y aunque el misterio central ya está resuelto, lo que queda es aún más perturbador: las consecuencias. Porque cuando la verdad finalmente sale a la luz, lo más difícil no es descubrirla, sino enfrentarse a ella.

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